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Foto: Albert Watson - David Bowie |
La verdad
oficial es inequívocamente matemática:
multiplica,
divide, suma.
efectivamente
alquímica:
transmuta ,
transforma, convierte.
La verdad
oficial es ubicua:
habita en los
trinos de un pájaro azul
juega a ser
gigante en los titulares de la prensa
salta de
mano en mano por los caminos verdes de los chats
toma por
asalto los muros del libro de los mil rostros
y se hace
clon omnipresente en los canales de radio y TV.
La verdad
oficial
se cultiva
en las tierras negras del tirano
donde es
cosechada con esmero por sus lacayos
con
semillas transgénicas violentadas en su esencia
para dar
frutos a mentes hambrientas de razones.
Pero su destino
ineludible es siempre el mismo:
la verdad
oficial un día pierde sus mayúsculas,
su matemática,
su alquimia
se le cae
el pelo, los dientes, la ropa,
se pasman
sus frutos
sus flores mueren
desconcertadas en los floreros del palacio.
Un día, la
verdad oficial se vuelve amarga, venenosa, tóxica
nadie la
traga, quienes lo
intentan,
la vomitan sobre los rostros de los que aun la ofrecen
en bandejas
de plata falsa adornadas con flores de plástico,
un día, emergen
anticuerpos por doquier
es identificada,
clasificada, atacada, desactivada.
Ese día es
la catástrofe para la oscuridad
para el
velo, el antifaz, las gríngolas,
la
catástrofe para el miedo y el control
para los
que quedan desnudos en el centro del escenario
ante el
frío punzopenetrante de millones de ojos bien abiertos.
Ese día el
dedo que tapaba el sol, se quema
y comienza al
fin a amanecer.