3/5/17

El asfalto de mis días



El asfalto de las autopistas de mi ciudad
el asfalto de mis días
es distinto hoy.

Será porque ahora lo conozco bien
porque lo he mirado muy de cerca  últimamente
ahora que he marchado kilómetros sobre sus pixeles negros
sobre sus insólitas  incrustaciones con historia
ahora que me he  plantado durante horas en él
sentada y sin rodar a la velocidad de la vida
o acostada mirando el cielo en busca de señales de nube.

En ese asfalto he estado sola y con otros
sola con una fuerza desconocida
sola con las certezas de lo que busco
sola con mi silencio en medio del estruendo
sola con mi determinación de caminarlo  hasta el fin.

He estado también con miles
de desobedientes,
de resistentes,
de soñadores,
de indignados,
de jóvenes huérfanos de futuro,
de ancianos huérfanos de nietos,
de mujeres madres de todos los caídos,
de hombres sin pan sobre la mesa.

Si, ese asfalto ahora es distinto
alberga entre sus riberas otras historias y motivos
millones de huellas y pasos con sentido,
con dirección, con sueños
pasos y más pasos, enérgicos, emocionados,
también exhaustos, heridos, a rastras
pasos lentos, pasos rápidos que huyen.

Es distinta esta inmensa piel negra y larga de mi ciudad
con sus tatuajes frescos de pintura y tiza
que hablan de dictadura y horror,
y también de la paz soñada,
con sus manchas de sangre joven que ya no late ni sueña
y que la lluvia no borrará jamás
porque en el corazón nunca llueve.

Es distinto, definitivamente este asfalto de mis días
conduce a lugares prohibidos,
y suele terminar frente feroces murallas vivientes
flanqueadas por los únicos dueños de las armas y de los tanques
que vomitan por los aires y contra los cuerpos todo su odio blanco.
  
A este asfalto de mis días
no le puedo fallar:
está gestando
una flor invencible en sus resquicios
tomando de esa tierra negra la sangre derramada
las lágrimas de tantos ojos agredidos por los gases
y el polvo fértil  de los millones de pasos guiados por un sueño.


No le puedo fallar, este es distinto.