Las tablas sobrevivientes de un naufragio
deambulan en el océano
pedazos de barco
convertidos de pronto en barquitos enteros
testimonios rotos de lo que fueron
testimonios íntegros de lo que son.
Inocentes de los ahogantes abrazos que las acechan
en las espumosas esquinas del mundo,
flotan con la feliz determinación de un vagabundo
sin querer más que entregarse al placer de azarosos rumbos
guiadas por el viento y las sabias corrientes submarinas.
guiadas por el viento y las sabias corrientes submarinas.
Pero en medio de su sereno viaje,
nadie les advierte que las confunden
por su enorme parecido,
por su enorme parecido,
con solícitas tablas de
salvación.
Por ello,
de tanto en tanto,
de tanto en tanto,
algún náufrago se abalanza sobre
ellas
con toda su desesperada sed de
vida
tan desesperada y tan grande
que terminan temiendo de nuevo por su vida
asfixiadas por el abrazo
violentadas por el peso del salvado
obligadas hacia otro puerto
y desechadas tras la labor cumplida.
El mar suele prestarse a estas terribles
confusiones
por esta razón,
algunas huyen del sitio del naufragio
cuya destrucción las hizo naves
cuya destrucción las hizo naves
y dejan esta noble y necesaria labor
a las verdaderas tablas de
salvación
a ésas que nunca faltan en los siete
mares
a ésas preparadas y dispuestas
para salvar almas sin hundirse ni desviarse con
ellas
en los malos entendidos del
rescate.
1 comentario:
Me gustó prima. Hay que analizarlo pero vale la pena...
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